En la vida podemos encontrar diversos ejemplos de personas que todo su vida estuvo llena de valores, hombres y mujeres que lucharon por sus ideales, sin importar que fueran nombrados erróneos, liberales, fenómenos o raros, simplemente siguieron su instinto, su sentir, sus valores.
Si enlistaremos a todas esas personas, la lista podría resultar interminable, pero hoy, solo hablaremos de un pequeño, que sin importar las opciones que le ofrecieran para mantener salva su vida, el simplemente se limitó a seguir sus ideales, a demostrar su amor por Cristo y mantener, pasara lo que pasara, su fe.
Beato José Luis Sánchez
del Río
ártir con catorce años. Así se resume la vida de
José Luis Sánchez del Río, quien según ha anunciado el cardenal Juan Sandoval
Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, beatificado junto a otros doce mártires en
esa ciudad el 20 de noviembre por disposición del Papa Benedicto XVI.
acido en Sahuayo, Michoacán, el 28 de marzo de
1913, hijo de Macario Sánchez y de María del Río, José Luis fue asesinado el 10
de febrero de 1928, durante la persecución religiosa de México por pertenecer a
«los cristeros», grupo numeroso de católicos mexicanos levantados en contra la
opresión del régimen de Plutarco Elías Calles.
n año antes
de su martirio, José Luis se había unido a las fuerzas «cristeras» del general
Prudencio Mendoza, enclavadas en el pueblo de Cotija, Michoacán.
l martirio
fue presenciado por dos niños, uno de siete años y el otro de nueve años, que
después se convertirían en fundadores de congregaciones religiosas. Uno de
ellos es el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, nacido
en Cotija, quien en el libro entrevista «Mi Vida es Cristo» revela el papel
decisivo que tendría para su vocación el testimonio de José Luis, de quien era
amigo.
ue capturado
por las fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la población civil que
apoyaba a los cristeros un castigo ejemplar», recuerda el fundador que entonces
tenía siete años. «Le pidieron que renegara de su fe en Cristo, so pena de
muerte. José no aceptó la apostasía. Su madre estaba traspasada por la pena y
la angustia, pero animaba a su hijo», añade.
ntonces le
cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar por el
pueblo, rumbo al cementerio --recuerda--. Él lloraba y gemía de dolor, pero no
cedía. De vez en cuando se detenían y decían: "Si gritas 'Muera Cristo
Rey'" te perdonamos la vida. "Di 'Muera Cristo Rey'". Pero él
respondía: "Viva Cristo Rey"».
a en el
cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última vez si quería
renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió gritando como muchos
otros mártires mexicanos "¡Viva Cristo Rey!"».
stas son
imágenes imborrables de mi memoria y de la memoria del pueblo mexicano, aunque
no se hable muchas veces de ellas en la historia oficial»,
ártir con catorce años. Así se resume la vida de
José Luis Sánchez del Río, quien según ha anunciado el cardenal Juan Sandoval
Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, beatificado junto a otros doce mártires en
esa ciudad el 20 de noviembre por disposición del Papa Benedicto XVI.
acido en Sahuayo, Michoacán, el 28 de marzo de
1913, hijo de Macario Sánchez y de María del Río, José Luis fue asesinado el 10
de febrero de 1928, durante la persecución religiosa de México por pertenecer a
«los cristeros», grupo numeroso de católicos mexicanos levantados en contra la
opresión del régimen de Plutarco Elías Calles.
n año antes
de su martirio, José Luis se había unido a las fuerzas «cristeras» del general
Prudencio Mendoza, enclavadas en el pueblo de Cotija, Michoacán.
l martirio
fue presenciado por dos niños, uno de siete años y el otro de nueve años, que
después se convertirían en fundadores de congregaciones religiosas. Uno de
ellos es el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, nacido
en Cotija, quien en el libro entrevista «Mi Vida es Cristo» revela el papel
decisivo que tendría para su vocación el testimonio de José Luis, de quien era
amigo.
ue capturado
por las fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la población civil que
apoyaba a los cristeros un castigo ejemplar», recuerda el fundador que entonces
tenía siete años. «Le pidieron que renegara de su fe en Cristo, so pena de
muerte. José no aceptó la apostasía. Su madre estaba traspasada por la pena y
la angustia, pero animaba a su hijo», añade.
ntonces le
cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar por el
pueblo, rumbo al cementerio --recuerda--. Él lloraba y gemía de dolor, pero no
cedía. De vez en cuando se detenían y decían: "Si gritas 'Muera Cristo
Rey'" te perdonamos la vida. "Di 'Muera Cristo Rey'". Pero él
respondía: "Viva Cristo Rey"».
a en el
cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última vez si quería
renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió gritando como muchos
otros mártires mexicanos "¡Viva Cristo Rey!"».
stas son
imágenes imborrables de mi memoria y de la memoria del pueblo mexicano, aunque
no se hable muchas veces de ellas en la historia oficial»,